Querida mamá:
Le escribo esta carta con motivo del día de las madres. Pero a decir verdad, todos los días son un día importante para mí desde que nací, y no es que el mundo haya empezado cuando yo llegué a él, yo no me siento ni me sentiré el centro del universo.. Pero si le digo que mi mundo es usted, junto con mis otros objetos de amor, es poco. Y en la presente carta deseo que usted sepa algo muy importante para mí: cuáles son los sentimientos que le profeso, así como mi más fiel y sincero agradecimiento por que un buen día de abril, usted, mi bella mujer etérea, me dio la vida. Y con ella, el deseo de volar. El hecho de nacer de usted aquel día, y cada día, ha sido la gloria misma para mí. Nací y sus ojos que me miraron con sublime amor verdadero, fueron y han sido la luz de mi vida. Mi luz etérea.
Hay quienes deciden no tener a sus bebes. Usted ha sido mi heroína toda la vida. Embarazada en su tierna adolescencia, pero en la apertura de la flor del amor, usted se fue de casa con tal de darme a luz a esta nuestra madre tierra. Y amo vivir madre mía. Porque LA AMO a usted. ¡Gracias por darme la vida misma! Y ahora, madre mía, ¡Gracias por darme el ser!

La pareja que conformamos es amorosa. Y  sí deseo comunicarle y  mi deseo de estar a su lado. Madre mía, usted también es para mí la Cosa  más bella (como canta Eros Ramazzotti) que existe sobre la madre tierra. Desde aquel día en que me arrancaron de sus brazos, en mi vida dejó de existir la poesía. Y en consecuencia me volví mujer poetisa… En medio de la melancolía que me produjo su ausencia… Cierto, he sido una niña, una adolescente y una mujer feliz en general, no obstante, siempre me he preguntado: ¿cómo ser plenamente feliz sin sus ojos en particular? Pero, yo, como Van Gogh escribió alguna vez en sus cartas a su hermano Teo, también elijo la melancolía creacionista. Y es que sí madre mía, soy una mujer de bien, y prefiero la ausencia y la producción artística, antes que acompañarme de la inmundicia del fetichismo de las mercancías y otros embrutecimientos y perversiones capitalistas. Y es que usted al darme la vida entera, me ha dado un ser de amor. Agradezco aquel día en que usted hizo el amor por primera vez y me concibió. Sé que fue un problema inmenso y ominoso (por el entorno) para usted el hecho de quedar embarazada en aquella su corta edad, pero gracias madre mía, gracias por no mirarme nunca jamás como un problema, y saber que el problema fueron ellos: los perversos que no conocen, y que inclusive les molesta el amor. Y si en aquel momento fui su mayor consuelo en medio de tanto miedo. Sepa usted que amo la vida, y que, reitero, LA AMO a usted madre mía. Usted  más que darme la vida, me ha dado alas. Y volar a cielo abierto,  es amarla a usted y amar a los demás.

Andrea

Damos las gracias a Andrea por esta preciosa carta a su madre.