A mi abuelita
No soy buena con las despedidas, nunca lo fui y nunca lo seré. Nunca espere que esa fuera nuestra última despedida. Y la tuya es por mucho una de las peores. Tú decías que ya estabas lista para irte, que te lleváramos a tu casa, nos avisaste y no te quisimos creer, tú ya tenías una casa esperándote.
Fuiste la mejor hija, hermana, esposa, madre, tía, abuela, bisabuela, amiga y mujer para todas las personas que te conocimos. Nunca dejaste de amarnos, siempre diste tu máximo y último esfuerzo por nosotros. Tu amor y tu cariño es lo que recordamos y nos da fuerzas para seguir adelante.
No te enojabas si destrozábamos esas plantas que tanto te gustaban con tal de que jugáramos, nos sacabas los dulces a pesar de que ya nos los habían escondido.  Cuando me visitabas te escondías para que no llorara y te dejará ir y ahora también esperaste a que no estuviera para que no te viera cuando te fueras.
Por más poco tiempo que estuviera contigo contabas un sinfín de anécdotas y de historias, nos dejaste tus manteles y tantas cosas que nos tejías, nos enseñaste a rezar y a siempre poner la fe delante de todo.
Gracias por cuidarnos pero también por dejarte cuidar, gracias por esos 3 días que hoy se me hacen pocos y quisiera que hubieran sido más.
Eres el máximo ejemplo de paciencia, amor, comprensión y fe para todos nosotros. Cumpliste tu misión aquí en la tierra, y a Dios ya le urgía ese ángel tan grande que nosotros no queríamos dejar ir.
Te fuiste como los grandes porque así de grande fuiste en la vida, dejaste huella en cada uno de los corazones que tocaste.
Nada es lo mismo sin ti, pero si alguna enseñanza nos dejas es eso mismo, que no importa las circunstancias de la vida, hay que seguir, hay que vivir todos los días al máximo, disfrutar todo hasta lo más mínimo.
Aún pienso que cuando vuelva al rancho te voy a ver parada en esa puerta, que me vas a volver a abrazar como tantas veces, que me vas a dar de comer sopita con frijoles y el queso más rico. Y no, tu ya me vas a esperar en otra puerta y sé que vas a hacer todo para que puedas recibirme con los brazos abiertos como siempre.
Ya extraño esas manitas frías que pasaba horas tratando de calentarlas, esa persona que me agarraba de bastón para llevarla de un lado a otro. La que decía cada ocurrencia y nos hacía reír.
Abuelita, me vas a hacer mucha falta, pero sé que estás en un lugar cuidándome, guiándome y haciendo lo posible por que tenga la vida más feliz.