Recuerdo esos días de adaptación a la nueva escuela, aun un poco triste por mi tragedia familiar, pero de a poco superándolo y experimentando nuevas aventuras, fue en eso que un día pasadas las siete luego del atardecer llegue mas temprano del colegio y me encontraba solo en la casa mirando la telenovela favorita cuando apareció por la entrada una persona con la cual nunca antes logre tener un buen trato, sin embargo sentía talvez por los cambios hormonales de la edad una fuerte atracción e imaginación al pensar en su cuerpo, ver de lejos su sonrisa, oír sus palabras sin jamás recibir un mínimo gesto hacia mi persona, pero desde un primer momento supe q esa seria la persona que quería amar por el resto de mi vida.
Retomando lo dicho me miro a los ojos me sonrío y pregunto que hacia solito, invitándome a mirar películas en su casa y posterior el partido de la selección nacional contra brasil, un clásico muy esperado, era entonces que nos encontrábamos juntos, no podía evitar mirar su rostro y su cuerpo que parecía tallado a mano, sentir como si mi corazón fuera a salirse de mi cuerpo con latidos tan fuertes.
Hablamos muchas cosas y fue un buen momento que me marco para siempre, desde ese día sabia que mi vida nunca volvería a ser igual, nos encontrábamos bebiendo y fumando puros de la despensa de negrita, cuando en un momento encontrándonos en el fondo de la casa me miro y me pregunto porqué mis nervios, solo compartíamos el primer momento de una larga amistad y no pude responder, tomo mi mano, me abrazo y ese impulso nos llevo a explorar nuestros cuerpos y nuevas sensaciones, me sentí tan contenido que en un momento mis nervios calmaron por la sensación de una gran felicidad y alegría por tener mi primera ves con la persona que tanto deseaba, lo hicimos, una y otra ves de varias formas, sentía un fuerte placer mas tarde que no quería que se terminara nunca, pasadas las dos horas nos abrasamos y miramos como desconocidos, solo nos preguntamos si hacíamos mal, pero ese sentimiento era mas fuerte he incontrolable, por momentos culpas por su familia ya formada, su hija tan pequeña y su feliz pareja a poco tiempo de la consagración del matrimonio, pero de mi parte solo me sentía feliz de estar con quien tanto deseaba y sabiendo q desde ese momento consagraría mi amor para siempre y seria la persona por la cual viviría el resto de mi vida esperando fuera para mi eternamente, aun sabiendo que talvez solo seria siempre el segundo, un amante y a menester de mi posible infelicidad, en ese momento solo nos despedimos y tome mi rumbo de regreso a casa sin saber o tener un indicio de un próximo encuentro.
Recuerdo no haber dormido toda la noche por el sentimiento de felicidad y a la vez una angustia que no podía sostener las lagrimas.

Me pasó en mis épocas de adolescencia, algo que nunca me enorgulleció, muy por el contrario, más cerca estuvo de la misma tristeza y la desesperanza, que de la ilusión, mi gran amor y yo estuvimos pocos años compartiendo lo que yo hoy me doy cuenta fue una relación muy fuerte, tal vez más de lo que yo mismo hubiese querido, tal vez el hecho de haberlo deseado tanto, lo conserva hoy y creo que lo conservaré por siempre en mi memoria.
Aún así, tengo bien presente que no se puede dar la espalda a lo que nace desde dentro, a lo que nosotros mismos llevamos, a lo que somos, aunque su perfume ya no causa en mí lo que alguna vez, fue y será siempre mi primer y único amor del cual tuve el coraje de enamorarme sin control.
Su mirada tenía el poder de llevarme hasta donde quisiera, nunca se lo pregunté a nadie, pero yo veía a su alrededor una aureola de seducción que arrasaba con lo poco que yo contaba en ese entonces. Me desbordaba, pero paradójicamente también me fulminaba, me dejaba sin vida, podía notar que venia, aún con los ojos cerrados, en cuanto sospechaba su presencia, mi alma empezaba a ser infeliz por lo que nunca iba a poder tener y deseaba más que el aire mismo para mis pulmones.

Tenía 14 años cuando me di cuenta de que era terriblemente hermoso ver ese precioso ser al llegar del colegio, con su cara de bebé, que me sentía totalmente convertido en otra persona cuando me regalaba sus ojos mirándome al hablar, los ojos más hermosos que nunca más pude encontrar en alguien mas y que todavía hoy, busco sin consuelo. Aunque estéticamente era en extremo agradable, no era la perfección. No tenía una altura modelo, ni ojos color del tiempo, ni pelo del color del sol. Pero sus marcados rasgos eran exactamente lo que me desarmaba, lo que yo quería, lo que me hacía observar su cuerpo sin alcanzarme las horas para seguir llenándome con su original belleza.

Los días pasaron y poco a poco nos fuimos haciendo verdaderos amigos a pesar de lo sucedido y actuar como si nada hubiese sucedido, pero para cuando intenté darme cuenta, ya me encontraba sumergido en algo que no podía manejar, me estaba enfermando de amor. No había horizonte en mí, más allá de lo que su persona era. A su lado, y a una edad en que los errores se pagan caros, aprendí cruelmente lo que es amar con desesperación, en silencio, recuerdo mil momentos en su compañía y todos, aún me erizan la piel. Aquella noche en la que me quedé a dormir en su casa y tuve que compartir su cama, poco es el millón de palabras que pueda escribir o pensar para intentar acercarlos a mi sentir en ese momento.

Esa noche aprendí lo que se siente cuando uno tiene el cuerpo del ser amado tan cerca, tan desnudo. No llegué a tocar su piel, pero el calor de sus piernas tan cerca, no me dejó prácticamente dormir hasta que el cansancio me venció, pasé las horas más intensas imaginando lo que sería poder rozar mis piernas contra las suyas, y sentir su piel, tan inalcanzable. Aunque no fueron muchas las oportunidades de vernos me recordaba que la belleza humana era posible, me paralizaba ver su cuerpo tan desnudo, tan expuesto a mis sentidos, era algo que no podía creer al ver su caminar por la habitación, en busca de alguna prenda planchada, trasladando toda su hermosura frente a mí, sin siquiera la sospecha de que yo en ese momento deseaba y amaba su ser, cómo amaba cualquier persona, tal vez mejor, de manera mucho más valiente.
La vida es muy generosa a veces, y aunque nunca se haya atrevido a amarme, yo le agradezco a la vida, por haber amado así, me morí de amor la noche que lloró sobre mi hombro, creyéndome fuerte, por la triste vida que nos tocaba sobrellevar y con esos fuertes sentimientos de culpas, sabiendo que lo que hacíamos estaba tan mal visto ante los ojos de la sociedad, amé hasta su transpiración, hasta el particular olor de su ropa, amé todo lo que en otra persona hubiese odiado, su manera de enojarse, su inmadurez, sus limitaciones, sus días malos.
mi historia es larga este solo es un fragmento de lo que seria la parte feliz.
con amor para daniel de rafha

CAPITULO IV: El primer amor

Fragmento del libro de Cuentos de una vida alocada de Rapha