Siempre quise volver mis ojos al instante eterno donde juntamos sueños, pero tú estabas perdida en el noctambulismo de tu vida, cegada por ti misma, por tu despego a la vida, a las cosas buenas que nos hacen grandes.
Yo te amé en silencio desde mi balcón imaginario, creyendo a ciegas en todas tus mentiras, sí, tus mentiras, que bien sabías esconder; tus engaños que bien sabias manejar y que no tenían otro objeto que el de herir, y mis lagrimas aunque infinitas e impacientes por calmar su sed en el esplendor de tu alma, sabían de antemano que todo era una simple fantasía.
Me entregue a la noche, al destello refulgente de la soledad cuando no quedaba más camino que tu desprecio y entonces ella apareció como una tromba infinita y valerosa, acogiéndome en sus brazos de playa solitaria y me amó,  me ofreció su ternura gota a gota, me acarició el alma, me sanó las heridas, me llenó el corazón de paz.

Fue como volver a nacer o revivir de las cenizas, fue como surgir entre los muertos una noche llena de velas y de entierros, porque ella sin palabras, sin engaños, sin tapujos, me hizo entender que era hora enarbolar mi bandera, de emprender el camino al horizonte y dejar que el viento se llevara tu recuerdo.

Hoy no queda mas que agradecerle a Dios por su sabiduría y entendimiento, porque cuando me creí perdido por vos, me rescato una mujer muda, ciega y sin cuerpo, me cobijo entre sus manos, cristalinas e invisibles, me dejó amarla de verdad y ella me amó con todo el universo, me orientó para no morir, me animó para poder surgir y sobre todo entendió que lo único que yo necesitaba en este mundo no era una mujer como tu, no, yo lo único que siempre pedí fue amor, pero a ti no te alcanzaron mis besos, no fueron suficientes para ti mis halagos, mi entrega , mi dedicación y mi respeto.

Tú sólo querías jugar, tú anhelabas ser libre, sin ataduras de ningún tipo y yo entonces fui para ti una simple y tonta aventura.

Duvan

Agradecemos a Duvan esta hermosa y triste carta de desamor.