Hoy me gustaría que me invitases a tu siesta, cariño, porque anoche te quise toda y al amanecer encontré lo que me queda ausente. Vales la noche para despertar porque antes de soñar ya tenías alas, las que abres cada vez que me abrazas por encima de mis hombros y clavas tus pechos en el mío.

Te deseo en serenidad, cuando te encuentro con la mirada vestida de piel y quiero hundirme bañando la flor de tus deseos.

Los caballos que me habitan lo hacen para estar sobre tu ángel, soltándote mi respirar. El sabor a tomillo de tu cuerpo prendado en mi piel parece simular una sombra que me sigue de pies a cabeza.

Bebemos las consecuencias de ese instante que se ha tornado ya raudo, veloz y apresurado. Te digo así, granado en tus adentros, que mis raíces despuntan y que me consumiría para siempre en ese apogeo de plenitud.

Mi deseo y el tuyo con los músculos en fricción, te reclamo litigante y solícito. Y veloz y diligente y presurosamente súbito, con vértigo y desatado, sin control culmino derrotado en cúspide de plenitud en nuestra cima en pináculo de magnificencia… y tu abrazo que recuerdo hasta nuestro nuevo encuentro.
Te amo, eres la chica de mi vida.
El amoroso caballero.
Damos las gracias a, El amoroso caballero, por este bello poema de amor.