Si llegara el día de mi muerte y Dios se apiadara de mí y me regalara unos minutos más de vida reiría como nunca he reído, lloraría todo lo que nunca lloré sin temor a verme débil, correría a abrazar a mi madre y le daría a mi hermana un beso  y le susurraría a mi padre mirando hacia el cielo, te veré pronto.

También reuniría a mis sobrinos y les contaría todas mis aventuras y errores tratando de que sacaran una experiencia; jugaría como en mi niñez con los pies descalzos y el pelo suelto imaginando que soy una princesa de un país muy  lejano, donde los mares y ríos son de agua dulce, las calles de diamantes y oro, donde no existen enfermedades ni dolor.

Vestiría la prenda más sencilla y hermosa, mi piel  y pintaría el cuadro más hermoso que haya pintado reflejo del paisaje de mi alma. Me acercaría a un espejo y viendo mi reflejo exclamaría, ¡esa soy yo!

Subiría a lo alto de la sierra y observaría mi último atardecer y anochecer, por ultimo correría a buscarte y al encontrarte con un suave y delicado beso callaría tu boca y diría silencio, escucha, te necesito siempre lo he hecho y lo haré hasta que mi corazón deje de latir, perdóname sé que soy una persona muy difícil, pero soy humana y como tal cometo muchos errores, te amo lo sé, tal vez pocas veces te lo dije y no te lo demostré pero desde que entraste a mi vida te convertiste en el motor de la misma, por ultimo te miraría fijamente y te diría :

¡Gracias! porque me enseñaste lo que en toda una vida no aprendí, me hiciste más sensible al convertirte en mi punto débil, me enseñaste el idioma mas complicado del mundo pues al ver tu mirada me dices más que mil palabras y cuando Dios me susurre al oído: llegó la hora, me arrodillaré, extenderé mis brazos, miraré al cielo y con una sonrisa en la boca gritaré como nunca he gritado:

¡Ahora puedo irme en paz!

Karla