A EL DESENCANTO

 

Bajo una esbelta luna, mi sangre rubia como la tristeza, deambula como un asceta digambara, desnuda; rebusca las huellas de un espíritu inferior que le enseñe a sentir o a presentir al espíritu del bosque en los cipreses, en los robles, en los sauces o en los pinos de la montaña, para aprender a soñar con el corazón. He despertado comparando las huellas de mis recuerdos, con la lumbre de otros pasados; he concluido que mejor hubiera sido, el haber permanecido dormido o indiferente, a las inquietudes del alma. La perfección es líquida y se nos escapa por entre los dedos, como la volátil felicidad.

 

Hoy me siento desterrado, casi vencido por un destino absurdo; con horror contemplo el adiós de tus cabellos, desatado por los vientos de esta época en la vida; a tus sentimientos desnatados, con el futuro hasta el cuello, intentando rescatar de la espuma, algo de lo sembrado. Mis palabras a veces son el desdecir de un desencanto cano, agonizante; como las semillas quemadas, en una absurda ceguera política, como todo lo que nos rodea. Más que enfermo, me siento desilusionado; embestido por el infortunio dorado, y rojo, y azul, y verde, y negro; de nada me sirvió, el iluminarme con el fulgor límpido de mis sentimientos; me golpeó la envidia y los pensamientos obtusos, que se negaron a ver hacia el futuro sin vergüenza. He agotado las opciones para castigar a los monstruos y desenmascararlos, para que la impunidad no los premien ¡Tantos demonios conjurados por el vampirismo de su mala leche! Seres nefastos para el comercio, para el país, para la historia. Me cansé de intentar proteger con muros a las rosas de los villanos. A veces la gente prefiere tragar espinas, que un delicioso melocotón. El mundo hiede, porque sus carnes malatas están enfermas; las hienas aúllan, como las ingles rebuscando oportunidades o pasando hojas de vida. Me siento como un absurdo tornado, sin saber que camino tomar. Me desespera ver a esa rata regordeta que se ufana de una dignidad, para ocultar su pasado murte callejero.

 

Los senderos del mundo son absurdos, pero tenemos que sobrevivir, respondiendo a desafíos casi imposibles. El furor le arranca su encanto a las estrellas de nieve. No sé si el predicar valores, sea más un peligroso azote, que una carta de navegación. Día a día la muerte le gana, nuevos espacios a la vida; los pensamientos belicosos se imponen a la fuerza, sobre la nobleza de quienes los enfrentan sin armadura. El hombre bueno esta a merced, de la voluntad de muchos bastardos. El mito del ave fénix, ahora no es más que un cuento bello, pero inútil. Hemos olvidado el valor de respetar a nuestras raíces y hacerle honor a la palabra, como algo sagrado. Olvidamos ser congruentes con nuestros discursos y nunca olvidaré el rostro empalidecido de unos de los gurús de nuestro naturismo criollo, enmascarándose con el maquillaje de la vergüenza, para no tener que darle la espalda a  los ojos de la realidad. Se desmoronan los valores, pero la indiferencia impide que la justicia salpique a algunos bastardos.  El nuevo hombre se desconcierta, ante las alternativas absurdas que le ofrece la vida. Sé que cerrar los ojos, no es la mejor opción para nadie. Desnúdate y amémonos, por si la guerra nos sorprende antes del adiós…

 

Héctor “El Perro Vagabundo” Cediel

2008-03-01