Querida mía,

mi joya, Esmeralda.

El martes dudaba si venir a la cita pues aún estoy disgustado. Pero mis sentimientos hacia ti terminaron ganando y decidí acudir.

Llevaba colgada del cuelo la placa con un mechón de tu precioso cabello en su interior. Por desgracia salí tarde de mi nuevo trabajo y al llegar al parque, ya te habías ido… me imagino que cansada de esperar.

Sentí llorar mi corazón de pena, por no poder verte. Recogí la flor que me dejaste, como hacias antes, sobre el banco.

Yo te había comprado un libro de poemas para obsequiarte, tenía la esperanza de que los dos los leeríamos juntos. Nuestras cabezas unidas, una sola voz… la del amor.

Pero no fue posible, espero que en un futuro podamos leerlos y recordar los altibajos de nuestro amor.

Siempre tuyo, Vicente.