Ahora que el necesario olvido impone su ley llenando de ardientes espinas el enrarecido ambiente que me rodea, me obligo a despertar de mi aletargado sueño con la boca, seca, áspera, insípida.
Un sueño excesivo en su agonía que se alarga igual que una goma elástica hacia espacios deshabitados, vacios ya de contenido, huecos de cualquier tono musical como un violín al que le han robado todas sus cuerdas. Es hora de romper definitivamente cualquier elasticidad temporal, dejando que todo se contraiga y arremoline alrededor del agujero negro de los pretéritos recuerdos.
Hace tiempo tomaste la decisión, seguramente acertada, de borrar la letra inconstante de la pizarra de nuestra historia.

No me enorgullezco de ello, ni siquiera de mi propia ingenuidad al creer que todo lo escrito es eterno.
Por ello, llegados a este punto sin retorno (al menos para mí… sé que tú  hace tiempo lo superaste), moribundo ya de sentimientos compartidos, quisiera sellar nuestro final de una manera diferente, menos chapucera, sin idealismos mediocres que perturben el signo de una muerte anunciada, la de nuestra amistad.

Dentro de mi alma sigue habitando una voz que insiste una y otra vez en reclamar lo que hace tiempo no le pertenece. Demasiados buenos momentos compartidos dificultan la claridad de la razón, como intentando ocultarla bajo una espesa niebla que alienta un falso retorno. Es difícil obviar tantas cosas bellas, como difícil resulta expulsar sentimientos tan profundos y arraigados… ¡Me emborrachaste con tanto Amor que aún me dura la resaca!

Mis más sinceras disculpas por todo lo malo que de mí haya podido salir. Mis ausencias, las malas interpretaciones, mis excusas sin sentido, mi orgullo mal entendido… y muchos otros delitos que habré cometido.
Borraré todo rastro tuyo en mi Messenger. Creo que tú ya lo has hecho con lo que nuestra relación digital morirá definitivamente. La otra, la real, hace tiempo que agonizó.

Una última cosa antes de despedirme. Me confirmaste en nuestro último encuentro que aquella Pilar que antaño conocí ya no existía. Habías cambiado para bien según tú, menos alocada y más neutral en su vida. Pues bien, sería una pena que gente como la Pilar que yo estimé desapareciera por siempre. Hay muy pocos que puedan presumir de formar parte de la auténtica salsa que proporciona aroma, sabor y color a este insípido mundo que nos rodea. Y tú eras la pimienta que alimentaba la fe de todos los que te rodeaban.
Por favor, no cambies nunca.

Xevi para Pilar

Damos las gracias a Xevi por esta hermosa carta.